Una opinión de Juan Carlos López Medina
En estos últimos años, hemos sido testigos de una preocupante tendencia: cada vez que surge una crisis o catástrofe en nuestro país, nuestros representantes políticos, en lugar de unir esfuerzos, se enfrascan en una constante batalla de acusaciones y culpabilidades. La reciente catástrofe en Valencia, sumada a los desafíos en La Isla de El Hierro, Lorca y otras regiones, pone de manifiesto la desidia con la que se ha manejado la ayuda a las víctimas y el inminente abandono en el que se dejan a las poblaciones afectadas. La ayuda que tanto se promete en campañas y declaraciones oficiales, lamentablemente, no llega a tiempo, o ni siquiera llega.
Desde el terremoto en Lorca en 2011 hasta las recientes lluvias torrenciales en Valencia, pasando por las erupciones volcánicas en la isla de El Hierro, España ha sido golpeada por desastres naturales que requieren de respuestas urgentes y coordinadas. Sin embargo, las respuestas que recibimos no solo son lentas, sino que vienen acompañadas de una carga de reproches entre los líderes políticos que termina desgastando el ánimo de la población y polarizando a la sociedad. Las personas afectadas esperan acción, pero lo que reciben es una clase magistral de retórica política sin soluciones reales a corto plazo.
¿Por qué, entonces, nuestros líderes continúan eludiendo su responsabilidad y echando la culpa a sus rivales? Las víctimas, los ciudadanos de estas regiones, lo único que piden es ayuda inmediata, un plan claro y un compromiso auténtico para reconstruir sus vidas y sus hogares. Al final del día, las diferencias políticas no valen nada frente a la pérdida de hogares, empleos, y la esperanza en que el futuro será mejor.
La indignación ciudadana va en aumento. En cada desastre, escuchamos promesas de ayuda inmediata, reconstrucción y medidas para prevenir futuros eventos. No obstante, tras el eco de las promesas, lo que sigue es la desesperación de quienes ven que las ayudas no llegan o se diluyen en trámites burocráticos interminables. Mientras tanto, el espectáculo político se centra en ver quién es más culpable de los fallos y quién puede librarse de responsabilidades en lugar de ver cómo apoyar efectivamente a las personas que lo necesitan.
Es imposible no ver cómo la confianza en los dirigentes políticos se deteriora cada vez más. La ciudadanía, y especialmente los afectados, perciben con claridad cómo las ayudas se politizan y se utilizan como herramientas de campaña, en vez de como medios de apoyo y protección para quienes sufren. La gente se pregunta: ¿cuándo dejarán de lado sus disputas y trabajarán juntos para el bien común?
En este momento, necesitamos un cambio de enfoque. Urge que la clase política comprenda que el verdadero servicio a la sociedad radica en la colaboración y en poner el bien común por encima de los intereses personales o partidistas. Las catástrofes que han azotado España recientemente no son oportunidades para lucirse en las encuestas, sino llamados urgentes a la acción.
Imaginemos por un momento cómo cambiaría el panorama si nuestros políticos unieran esfuerzos, si en lugar de intercambiar reproches, ofrecieran propuestas y resultados concretos. La experiencia de las catástrofes en Lorca, El Hierro y Valencia nos ha mostrado que la unidad de los ciudadanos y la acción rápida de los cuerpos de emergencia, junto con la solidaridad popular, son capaces de dar respuestas inmediatas y efectivas. ¿Por qué, entonces, no podemos esperar lo mismo de nuestros representantes?
Es momento de que como ciudadanos exijamos responsabilidad y eficiencia a nuestros representantes. Que dejemos de lado la prensa política que solo exacerba el conflicto y fomentemos el periodismo de soluciones, uno que promueva la rendición de cuentas y que impulse la colaboración para la reconstrucción. Las personas que han perdido sus hogares, sus trabajos y su seguridad necesitan líderes que, en lugar de refugiarse en discursos, se pongan al frente y trabajen de manera conjunta para crear planes de prevención y recuperación.
Ya basta de palabras vacías y de guerras de reproches. La única salida a esta precariedad es la cooperación y el compromiso sincero de nuestros políticos para construir un país resiliente y solidario. Dejémonos de culpas y promesas vacías. Es hora de actuar unidos para superar juntos las adversidades.
Avila Noticias
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